jueves, 14 de abril de 2011

OTRA mierdita DE texto

Ya había comenzado el otoño en la ciudad, el zinc de las casas y su ruido por las noches era una de las cuantas señales que hacía notar un olor a muerte en la vegetación. Carmina venía llegando a casa cargada con carpetas y libros “cuando el sol se había arrancado de la faz de la tierra”.
Cuadras antes de llegar, recordó a Valentín, “hoy es lunes” - pensó hacia sus adentros - , “los lunes o’ martes por lo general me visita… tal vez hoy sea un día de reencuentro y pasiones”. Siguió caminando hasta encontrar las llaves de casa, tuvo la idea de haber oído el celular, “a esta hora, imposible”- dijo en voz alta, soltando una carcajada- abrió el bolso de cuero café, y justamente era su celular el que sonaba, lo abrió; era Valentín. Si bien es cierto por un lado pensó en el hecho que podría llegar esa noche, al ver la llamada no supo si contestarle, esperó varios segundos, hasta que decidió responder la llamada, miró hacia la esquina de su casa y un cuerpo espacioso caminaba hacia su casa, Valentín se dirigía directo hacia su morada, “carajo!” exclamo al colgar el teléfono. Lo esperó hasta llegar al portón de fierro negro y lo saludó con cara de asombro y algo de cansancio. “A esta hora vienes llegando Carmina?” – Exclamó Valentín – “Sí, una amiga me invitó a comer algo por ahí luego de clases” manifestó, mientras se dirigía a la puerta trasera de casa.
“Tengo mucha basura acumulada, hay que sacarla” - exclamó la joven ojerosa - tirando las carpetas y el bolso sobre un sillón, “la saco yo, preguntó Valentín” Carmina asintió con el rostro, mientras encendía el computador y reclamaba que debía traspasar lo antes posible la información de los casos, antes de que se le fueran las ideas. Lo primero que hizo fue programar el disco The Madcap Laugths de Syd Barret. Valentín fue a comprar un pack de bebidas fermentadas mientras Carmina escribía un par de ideas antes de comenzar el viaje hacia el infinito…
Conversaciones triviales y risotadas a media luna todo esto mientras el viento hacía notar su presencia, Carmina encendió la estufa a parafina para entibiarle los huesos a la noche y sobre la vieja estufa puso unos coquitos de eucaliptus que emanaban una suerte de fragancia que hacía parecer de la casa una especie de bosque salvaje encantado.
Valentín estaba resfriado y Carmina le sugirió que debía beber una poción mágica de ungüentos para atrapar los enanitos que corrían entre sus venas, las cebadas habían sido varias y terminaron recordando el medicamento rosado que mami les daba a ambos cuando según ella corrían entre sus venas, enanitos verdes que vivían entremedio de las uñas, con forma de hongo.

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